Amazon El Señor de los Anillos Así debería haber sido ‘Los Anillos de Poder’ según El Silmarillion. 45 minuto leer 4 181 Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en Linkedin 1. La importancia del legado de Tolkien y el surgimiento de Los Anillos de Poder John Ronald Reuel Tolkien (1892–1973) fue un filólogo, profesor universitario y escritor británico cuya obra literaria, especialmente El Señor de los Anillos, El Hobbit y El Silmarillion, marcó el inicio de la fantasía épica moderna. Sin embargo, su creación no se limitaba a historias de aventuras con trasfondos fantásticos: Tolkien desarrolló una compleja mitología, consistente en lenguas construidas, un elaborado panteón de seres superiores (como los Valar y Maiar), diversos reinos y razas (elfos, enanos, hombres, hobbits, ents, etc.), e innumerables referencias históricas, geográficas y culturales que conforman la legendarium de Arda y, en especial, de la Tierra Media. Los Anillos de Poder, la serie producida por Amazon Prime estrenada en 2022 y desarrollada por J. D. Payne y Patrick McKay, se propuso narrar acontecimientos de la Segunda Edad de la Tierra Media: la forja de los Anillos de Poder, el ascenso de Sauron y la caída de Númenor, entre otros sucesos. Sin embargo, esta adaptación recibió críticas de una parte significativa del fandom tolkieniano por alejarse ostensiblemente de las fuentes literarias —principalmente de El Silmarillion y de los Cuentos inconclusos, así como de los Apéndices de El Señor de los Anillos—, modificando personajes, cronologías y eventos. A esto se sumó la polémica que, en círculos conservadores o tradicionalistas, se asocia a lo que se llama “agenda woke globalista”: la tendencia a imponer parámetros de corrección política o de diversidad forzada en espacios creativos que, para muchos, deberían mantener la pureza histórica o mítica con la cual fueron concebidos. En el caso de Tolkien, su obra se inspira fuertemente en mitologías nórdicas, celtas y anglosajonas, situándose en una proto-historia de rasgos marcadamente europeos. En este ensayo, se argumentará cómo habría debido ser la serie si se hubiese ceñido fielmente a El Silmarillion, sin atender a presiones externas —sean económicas, comerciales o ideológicas— que pudiesen desvirtuar las intenciones literarias y filológicas del autor británico. Asimismo, se analizará cómo la sobreimposición de nuevos valores o agendas contemporáneas choca con la propia configuración interna del legendarium, que Tolkien diseñó con claros fundamentos lingüísticos y culturales ligados a una cosmovisión europea tradicional. 2. Orígenes de la mitología tolkieniana: la cohesión interna y la importancia de la “subcreación” Para entender el peso de los cambios introducidos en la serie, conviene primero recordar los principios básicos de la concepción literaria y mitológica de Tolkien. Él mismo acuñó el término “subcreación” para referirse al acto artístico que emula la Creación de Dios en un plano secundario o ficticio. Según Tolkien, la credibilidad de un mundo secundario depende de su coherencia interna: las lenguas, las historias, las genealogías y las dinámicas culturales deben articularse de modo que el lector las perciba como verosímiles y coherentes por sí mismas, sin contradicciones internas notorias. En sus cartas —publicadas en The Letters of J. R. R. Tolkien, editadas por Humphrey Carpenter—, el autor enfatiza con frecuencia la necesidad de preservar la integridad de su mundo. Para Tolkien, su legendarium no era un mero escenario: era un universo lleno de significado, un mapa filosófico y religioso de su propia cosmovisión católica, aunque él evitaba las alegorías directas. Por este motivo, cada raza (elfos, enanos, hombres, hobbits, orcos, etc.) no solo cumplía una función argumental en la historia, sino que encarnaba aspectos culturales, lingüísticos y hasta teológicos que enlazaban con la idea general de la caída y la redención, así como con la noción de esperanza en medio de la tragedia. El Silmarillion, publicado póstumamente en 1977 por Christopher Tolkien —el hijo del autor—, constituye el núcleo mítico de la obra tolkieniana. Se narra la génesis del mundo (Eä) y de su región principal, Arda, a través de la “Música de los Ainur” (el Ainulindalë), las aventuras de los elfos en la Primera Edad (el Quenta Silmarillion) y la historia posterior de hombres y elfos en la Segunda y Tercera Edad (los Akallabêth y la Historia de los Anillos de Poder). Precisamente, la Segunda Edad, que cubre la serie de Amazon, se relata sucintamente en estos últimos apartados, pero se complementa con abundantes detalles en los Cuentos inconclusos y en otros escritos del autor. 3. La Segunda Edad según El Silmarillion y escritos afines 3.1. La forja de los Anillos de Poder y la traición de Sauron La Segunda Edad se caracteriza por la consolidación de reinos élficos en la Tierra Media y, muy especialmente, por la expansión de Númenor como la gran potencia humana. Para ser fieles a El Silmarillion, la serie debió mostrar la evolución cronológica real de estos hechos: Celebrimbor y la fundación de Eregion: Celebrimbor, el gran herrero elfo nieto de Fëanor, funda en la región de Eregion un próspero reino élfico cercano a Khazad-dûm, el gran reino enano. Su cercanía con los enanos de Moria es poco común entre los elfos, pues a menudo las relaciones estaban marcadas por recelos. Allí, Celebrimbor y su gente se dedican a la artesanía y al estudio de artes ocultas, añorando la gloria de la Primera Edad. Sauron bajo la apariencia de Annatar: Sauron, aun debilitado tras su derrota al final de la Primera Edad, adopta una hermosa apariencia para engañar a los elfos. Se presenta como Annatar, el Señor de los Dones, y simula enseñarles artes secretas de herrería con el fin de corromperlos sutilmente. Celebrimbor confía en él, mientras que Gil-galad y Elrond, en Lindon, se mantienen más precavidos. La forja de los Anillos: Con la guía de Sauron, se forjan varios anillos de poder; sin embargo, los Tres Anillos élficos (Narya, Vilya y Nenya) Celebrimbor los crea en soledad, sin la influencia directa de Sauron. Luego Sauron forja el Anillo Único en secreto, en Orodruin (el Monte del Destino), con la intención de dominar a los portadores de los otros anillos. Cuando se descubre su traición, nace la enemistad entre elfos y Sauron que marcará toda la Segunda Edad. Caída de Eregion: Una vez desenmascarado, Sauron ataca Eregion con su ejército; Celebrimbor es capturado y muere, aunque antes logra que los Tres Anillos sean alejados del alcance de Sauron. Este suceso es uno de los grandes momentos trágicos de la Segunda Edad. La fidelidad a estos hechos centrales constituiría el núcleo dramático de una adaptación que realmente honrara la épica y el simbolismo de la obra. La astucia de Sauron, la tragedia de Celebrimbor y la heroica resistencia de Gil-galad y Elrond son el verdadero corazón de la forja de los Anillos de Poder. Estos episodios resultan más poderosos si se representan de acuerdo con la tensión cronológica y emocional que Tolkien concibió. 3.2. La grandeza y caída de Númenor En paralelo, la serie debió situar con gran cuidado la historia de Númenor, el grandioso reino insular de los Dúnedain, descendientes de los hombres que lucharon al lado de los elfos en la Primera Edad. Númenor fue un regalo de los Valar a estos hombres, un lugar de longevidad y conocimiento. A lo largo de la Segunda Edad, Númenor experimenta un auge cultural y militar sin precedentes, estableciendo puertos y colonias en la Tierra Media. Sin embargo, su grandeza va acompañada de un creciente orgullo, que finalmente deriva en la tragedia de Ar-Pharazôn, el último rey, quien se enfrenta a Sauron y lo lleva prisionero a la isla. Allí Sauron corrompe gradualmente a la corte númenóreana, incitándolos a adorar a Melkor y a desobedecer el mandato de los Valar de no pisar las Tierras Imperecederas. El clímax de esta rebeldía es la invasión de Valinor que provoca el hundimiento de Númenor bajo las aguas, un cataclismo que marca el fin de la Segunda Edad. Reflejar esta línea argumental con precisión requeriría mostrar la gradual decadencia de la moral en Númenor, las tensiones internas entre los “Fieles” (leales a los Valar) y los “Hombres del Rey” (partidarios del poder absoluto), y la sutil manipulación de Sauron en la isla. Es un relato de enorme complejidad teológica y filosófica, pues involucra la cuestión de la mortalidad humana y la tentación de prolongar la vida terrenal a toda costa. Todo ello se encuentra narrado en Akallabêth y en otros textos de Tolkien. 4. La polémica de la adaptación: cambios sustanciales y la llamada “agenda woke globalista” 4.1. Alteraciones de personajes, cronologías y motivaciones En la adaptación de Amazon, se observan varios cambios cruciales que, para los puristas de Tolkien, resultan incomprensibles o inaceptables. Por un lado, se comprimen o se trastocan miles de años de historia en un mismo espacio temporal: personajes y reinos que no coexistieron en la cronología original de Tolkien aparecen simultáneamente, supuestamente para facilitar la narración seriada. Además, se introducen personajes nuevos —o versiones radicalmente alteradas de personajes existentes— con el fin de cubrir líneas argumentales pensadas para atraer a un público amplio. Muchos seguidores de la obra tolkieniana consideran que esto desvirtúa la esencia literaria y filológica, pues se mezclan grandes eventos sin respeto por la escala temporal que Tolkien detalló con esmero. 4.2. Raza y representación: la controversia en torno a la “diversidad forzada” Otro foco de controversia es la transformación en la apariencia o la etnia de algunos personajes y razas, presentada como parte de una agenda moderna de diversidad e inclusión. Tolkien concebía a los elfos, enanos y hombres con rasgos muy definidos ligados a su cultura y su origen mítico. Por ejemplo, la mayoría de los elfos de la Tierra Media, sobre todo los Noldor y Sindar en la Segunda Edad, se caracterizan por rasgos “nórdicos” o “celtas” en la imaginación de Tolkien, inspirados en leyendas y lenguas antiguas germánicas y finesas. Quienes defienden la fidelidad estricta a Tolkien argumentan que cambiar estos rasgos étnicos altera la simbología que el propio autor atribuyó a cada pueblo. Sostienen que la obra de Tolkien no es un mero lienzo en blanco para acomodar la sensibilidad del siglo XXI, sino una mitología profundamente anclada en el contexto cultural europeo que Tolkien estudiaba y veneraba. Desde este prisma, se acusa a la serie de obedecer a una “agenda woke globalista” que buscaría la homogenización de los referentes culturales en nombre de la corrección política, sacrificando la coherencia interna de la subcreación de Tolkien. No se trata, explican, de un rechazo a la diversidad en la sociedad real, sino de la defensa de la verosimilitud interna de una obra literaria que se inspira en las sagas y mitos de raíz europea. Para los tradicionalistas, la alteración indiscriminada de la fisonomía y el origen de personajes tolkienianos responde más a una estrategia de marketing y posicionamiento contemporáneo que a un genuino respeto creativo. 4.3. Cambios de motivación y el riesgo de banalizar el bien y el mal Tolkien ponía gran énfasis en la dimensión moral y espiritual de su mundo. Cada personaje, raza o linaje tiene una historia de fondo que explica sus alianzas, traiciones y tentaciones. Reducir las complejas motivaciones de Sauron a un simple villano con ansias de poder o forzar personalidades de elfos y enanos para generar “drama televisivo” banaliza el profundo trasfondo ético de la obra. El peligro radica en presentar conflictos superficiales o agendas que buscan congraciarse con la audiencia actual sin entrar en la problemática metafísica que Tolkien consideraba esencial: el libre albedrío, el arrepentimiento, la redención, la tentación y el sacrificio. Para Tolkien, el Mal no era solo una cuestión de fealdad o poder, sino la disonancia respecto al plan divino de la Creación (la Música de los Ainur). Del mismo modo, el Bien no es la simple contraposición maniquea, sino un anhelo de armonía y humildad ante la Creación. Todo esto se pierde si los personajes se caricaturizan para ajustarse a estándares narrativos de consumo rápido. 5. El pensamiento de Tolkien sobre la integridad de su obra y la oposición a intereses “espurios” Tolkien era consciente de las tentaciones de la industria y de lo difícil que resultaba mantener intacta la pureza de su mundo. En sus cartas, se mostró receloso ante la posibilidad de adaptaciones que tergiversasen el sentido de su legendarium. Aunque en vida concedió algunos derechos cinematográficos, estaba preocupado por la incapacidad de traducir fielmente el espíritu de sus textos si se priorizaba el espectáculo por encima del fondo moral y lingüístico. En cierta ocasión, Tolkien confesó que no le interesaba el éxito fácil ni la comercialización excesiva de su mito. Prefería que su obra fuera apreciada por su coherencia interna y por la belleza de la subcreación. Para él, la Tierra Media no era solo un decorado donde situar batallas espectaculares, sino un reflejo de su concepción del mundo, en la que la historia, la cultura y la lengua de cada pueblo guardaban una relación inseparable. Por ello, muchos defensores del “tradicionalismo tolkieniano” aseguran que la producción de Amazon ha incurrido en lo que Tolkien temía: usar su mundo como una marca rentable, apta para introducir “temáticas de moda” y contentar a grupos de presión ideológica. Se percibe, de acuerdo con esta visión, un uso de la obra con fines netamente publicitarios y comerciales, dejando de lado la fidelidad al canon y el respeto a la mitología que el autor construyó durante toda su vida. 6. Cómo hubiera sido Los Anillos de Poder con fidelidad absoluta a El Silmarillion Un ejercicio interesante es imaginar un proyecto que hubiese adaptado la Segunda Edad con escrupuloso apego al texto de Tolkien. Podríamos esbozar las líneas argumentales principales: Comienzo con la devastación de la Primera Edad: Mostrar en un breve prólogo la ruina de Beleriand tras la Guerra de la Ira, la caída de Morgoth y el éxodo de varios grupos élficos y humanos. Introducir así la transición a la Segunda Edad. Fundación de Lindon y Eregion: Presentar a Gil-galad, alto rey de los Noldor en la Tierra Media, y la fundación de reinos élficos. Celebrimbor aparece como un personaje trágico, movido por el afán de emular el genio de su abuelo Fëanor, pero más humilde y generoso. La relación con los enanos de Khazad-dûm debería tener relevancia y mostrar la hermandad peculiar entre elfos y enanos en ese periodo. Llegada de Annatar: Dedicar buena parte de la primera temporada a la aparición del “Señor de los Dones” y su influencia paulatina en Eregion. La desconfianza de Gil-galad y Elrond en Lindon contrasta con la fascinación de Celebrimbor. Que la intriga política y la seducción intelectual de Annatar se desarrolle con lentitud, realzando la manipulación del futuro Señor Oscuro. Forja de los Anillos y traición de Sauron: Hacia la mitad o el final de la segunda temporada, se forjan los Anillos de Poder. Se destaca la autonomía de Celebrimbor en la creación de los Tres. Luego Sauron forja el Anillo Único en Orodruin, se revela su traición y arrasa Eregion. Este episodio debe ser uno de los grandes puntos de tensión, con la muerte de Celebrimbor y la dispersión de su pueblo. Auge de Númenor: Paralelamente, se presentan diversas fases históricas de Númenor —probablemente en forma de elipsis temporales— para que el público entienda el arraigo cultural de los Dúnedain y la amistad inicial con los elfos. Se introducen figuras como Elendil y Amandil, la fractura entre los Fieles y los Hombres del Rey, y la creciente codicia de poder y conquista en la Tierra Media. Corrupción de Ar-Pharazôn: En una tercera o cuarta temporada, cuando Ar-Pharazôn, movido por su ansia de poder, acude a la Tierra Media para someter a Sauron, este se entrega y es conducido a Númenor. Allí siembra el culto a Melkor, llevando al rey y a su corte a rebelarse contra los Valar. La caída de Númenor sería representada como una catástrofe a la altura del relato bíblico del Diluvio o de la Atlántida: un castigo divino a la arrogancia humana. Fundación de Gondor y Arnor, la Última Alianza: El final de la serie podría mostrar a Elendil y sus hijos, Isildur y Anárion, escapando de la destrucción de Númenor y fundando reinos en la Tierra Media. Gil-galad une fuerzas con Elendil para oponerse definitivamente a Sauron, culminando en la Última Alianza de elfos y hombres. Sería el puente perfecto hacia la Tercera Edad y El Señor de los Anillos. En esta hipotética versión, cada episodio y arco narrativo se basaría rigurosamente en las fuentes de Tolkien, con un ritmo que reflejara el paso de siglos. Los personajes, razas y culturas mantendrían la fidelidad lingüística y étnica que Tolkien describió, y la tensión dramática surgiría de las motivaciones profundas de los personajes, no de subtramas inventadas para “enganchar” al público. 7. Reflexiones sobre la “agenda woke globalista” y la preservación del legado cultural La acusación de “agenda woke globalista” no se limita al ámbito de Tolkien; es un fenómeno observado en múltiples adaptaciones y producciones de Hollywood, donde la corrección política y la inclusión de ciertas temáticas se han convertido en un estándar de la industria. Quienes se oponen a esto en el contexto de Tolkien suelen esgrimir argumentos como: Descontextualización cultural: Lo que se denuncia es que la obra de Tolkien se concibe para encajar en un marco cultural específico —la mitología europea—. Por ende, introducir personajes de fenotipos radicalmente distintos en roles creados por Tolkien con un simbolismo determinado es visto como un acto de colonización ideológica que sacrifica la verosimilitud interna en aras de la agenda de turno. Pérdida de la coherencia mitológica: Para Tolkien, las lenguas, la geografía, la historia y la apariencia de los distintos pueblos van de la mano. Cuando se rompen estas relaciones, se quiebra la “subcreación”. En su lugar, se impone una visión que busca, sobre todo, satisfacer demandas externas a la lógica del mundo ficticio. Reduccionismo del debate a etiquetas sociales: Al calificar automáticamente de “racistas” o “retrógrados” a quienes defienden la fidelidad al canon, se elimina la posibilidad de un debate auténtico. Se ignora que existen motivos literarios e históricos para querer respetar las descripciones de Tolkien, más allá de cualquier prejuicio o fanatismo. Desde el otro lado, los defensores de la adaptación de Amazon sostienen que las obras literarias son vivas y que reinterpretarlas bajo el lente del siglo XXI enriquece la experiencia. Argumentan que la diversidad étnica en la pantalla puede inspirar a más espectadores de diferentes orígenes, fomentando la inclusión en el imaginario colectivo. También se señala que Tolkien no fue ajeno a la universalidad de ciertos valores (amistad, valentía, sacrificio) que trascienden razas y culturas, y que abrir su mundo a todos no necesariamente destruye el legado, sino que lo revitaliza para nuevas generaciones. Sin embargo, el punto crítico para muchos es la manipulación mercantil y política de la obra, que se haría sin atender al espíritu profundo de El Silmarillion, El Señor de los Anillos o El Hobbit, sino en pos de la rentabilidad y la moda. Esta instrumentalización se vería reforzada por la inmensa inversión económica de Amazon y el afán de presentar el producto con tintes que agraden al mayor número posible de audiencias globales. Tal vez Tolkien habría preferido una producción más restringida pero fiel, a una superproducción masiva que diluyera la esencia de su mito. 8. Conclusiones: la defensa del tradicionalismo tolkieniano La polémica en torno a Los Anillos de Poder no se reduce a un simple desencuentro entre “conservadores” y “progresistas”. Más bien, se trata de un debate profundo acerca de los límites de la adaptación artística, la coherencia interna de una mitología y la tensión entre la creación literaria original y las exigencias comerciales o ideológicas de la actualidad. Para quienes defienden la visión tradicionalista de Tolkien, la serie de Amazon debió atenerse a los relatos de El Silmarillion y demás escritos de la Segunda Edad, respetando la cronología, las motivaciones y las características culturales y étnicas de las razas que Tolkien plasmó. Este respeto no implica solo la recreación de un “pasado medieval europeo” sin considerar la diversidad real de nuestro mundo, sino la fidelidad a una subcreación literaria que se fundamenta en lenguas y mitos concretos. En palabras del propio Tolkien, su trabajo aspiraba a crear un legendarium que sirviera de mitología para Inglaterra y para el mundo anglosajón, sin excluir la posibilidad de que otros pueblos se sintieran identificados con sus valores universales, pero manteniendo la coherencia esencial de sus fuentes culturales. El sentido de la “agenda woke globalista” que muchos critican en la serie radica en la inclusión de modificaciones drásticas que responden a parámetros de corrección política más que a necesidades narrativas emanadas de la obra. Tales alteraciones, al fracturar la coherencia interna, convierten la Tierra Media en un escenario genérico de fantasía, perdiendo así la magia y la profundidad que han cautivado a millones de lectores durante décadas. Por último, se ha de reconocer que Tolkien, si bien poseía una visión tradicional de la cristiandad y de la cultura europea, no predicaba odio o exclusión. Su mensaje central giraba en torno a la esperanza, el sacrificio por el bien común y la lucha constante contra la sombra del mal. Sin embargo, esa universalidad de valores no debe confundirse con la libre manipulación de los cimientos de su mundo. La sólida conexión entre lengua, mitos, culturas y razas en la Tierra Media es precisamente lo que brinda a la obra de Tolkien su poder inigualable para evocar la sensación de “realidad” dentro de la ficción, y es lo que muchos consideran que la serie de Amazon ha minado. En definitiva, para honrar el legado de Tolkien, es preciso recordarlo como un autor que dedicó décadas a construir una mitología rigurosa, rica en matices culturales y lingüísticos, y cuya lectura de la tradición medieval europea forjó la base de la fantasía épica moderna. Cualquier adaptación que aspire a respetar su visión deberá, por tanto, asumir la responsabilidad de mantener la integridad de esa subcreación y de no sacrificarla en aras de imposiciones externas, sean económicas o ideológicas. Tal vez sea tarde para revertir algunos de los cambios que ya se han visto en pantalla, pero siempre existe la esperanza de que futuras interpretaciones o producciones retomen el sendero del canon y honren el espíritu que emana de las páginas de El Silmarillion, sin desvirtuarlo en su esencia. 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